Noche blanca e invisible

La luz cambia la apariencia de los objetos. Y la noche, con su manto negro envuelve las cosas y las hace difíciles de distinguir. En El amanecer del sexto sol, la muestra de Laura Gerscovich, es, al contrario, con la oscuridad y con la luz negra, donde aparecen las líneas y las letras, contrastadas y brillantes sobre una superficie negra. Esa misma luz nos permite también observar los reflejos más sutiles, como esas flores que se abren durante la noche, que parecen necesitar la fuerza del sueño para amenecer con los pétalos desplegados a la mañana siguiente.

En el centro de la sala, Gerscovich instaló cinco árboles en miniatura, con un cristal redondo en el medio. Sus proporciones y el pedestal en que están plantados contienen un mundo fantástico de colores, geometría y símbolos, donde está representada, a pequeña escala, una forma convencional de naturaleza, el bosque. Su luz y sus formas se reflejan en la superficie vidriada, despertando un mundo imaginario de reflejos y símbolos. Bajo la luz negra, sus reflejos acentúan la artificialidad, los aspectos ficcionales de lo que percibimos como formas naturales. A su vez, lo ficiticio, con sus símbolos y sus reflexiones, el terreno del delirio y la alucinación, forma parte inseparable de la representación de la naturaleza.

En esa búsqueda, dos momentos aparentemente contradictorios van remitiéndose el uno al otro, como si todas las cosas se unificaran y se borraran las fragmentaciones que dividen a los seres y que clasifican a los objetos por sus partes. En el mundo de Gerscovich, los minerales y seres vivos se integran, y también los líquidos y sólidos, femeninos y masculinos, luces y sombras, en un proceso a la vez físico y simbólico, donde cada material tiene su forma y su función y todo parece complementarse. Dos momentos opuestos de este proceso a la vez físico y virtual se pueden ver de dos maneras diferentes según la iluminación que se utilice en la sala, si se prende la luz negra o la incandescente. Son dos muestras en una, pero también es una muestra en dos partes coexistentes.

El plumaje blanco de un pájaro brilla en la luz negra adelante de la entrada. El resto de su cuerpo es oscuro como la noche. “En esa ave habita el dios Thoth”, afirma Gerscovich. La escultura materializa el símbolo, encarna la fantasía. En una de las paredes, un sistema de círculos que se tocan, intersectan y multiplican brilla también en la luz oscura. Representa a la flor de la vida. La lógica geométrica de los círculos podría expandirse al infinito y, así, el dibujo abarcaría el mundo. “Si se completaran todos los cículos -nos dice el texto que acompaña la muestra-, entonces se desplegaría el secreto”. Sobre otra de las paredes y sólo visible en la oscuridad de la luz ultravioleta se puede leer un poema que habla de enlazar el cielo a la tierra, otra vez borrando las distancias entre dos extremos opuestos y complementarios.

Pero la luz incandescente se prende y los círculos y las letras se desvanecen o más bien se convierten en líneas blancas que apenas se pueden distinguir del fondo blanco donde están impresas, casi desapareciendo en un cuadrado blanco sobre blanco. La oscuridad revela misterios que la luz oculta. A la vez, es la luz la que nos muestra y hace entender lo que estábamos viendo. Pero también sospechamos que quizás así, incandescente y blanca, sea la noche en el reino de las sombras. Imaginamos que, en su blancura secreta e invisible, el pájaro despliega las alas.

 

El Amanecer Del Sexto Sol
Laura Gerscovich

Mite Galería
Santa Fe 2729, Buenos Aires, Argentina

Hasta el 8 de octubre
Martes – Sábados, 14 – 20 hs.

 

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