Extrema y sutil
La violencia surge algunas veces en contextos de extrema calma, como un alivio o como una única salida inmediata, que sirve quizás solamente como postergación de lo inevitable. Pocas veces, sin embargo, tenemos la oportunidad de detenernos para observar el estallido.
En Flores de acero (Hana-bi, Takeshi Kitano, 1997), Takeshi Kitano interpreta el personaje de Nishi, un policía que deja el trabajo para salir de viaje con su mujer enferma. En el recorrido sin retorno que toma el relato, se van alternando escenas de infinita ternura con violentas peleas, que son la marca constante del cine del director y actor japonés. Hacia el final del viaje, la mujer, al borde de un río, moja un ramo que le había dado su esposo. Cuando un personaje extraño se acerca para avisarle que regar esas flores ya no tiene ningún sentido, que ya no van a revivir, la ira del marido se convierte en un estallido de patadas y piñas, que prolongan el viaje durante unos momentos más.
Con su muestra Nada que temer en Meridion, Julieta Escardó logra detener en fotografías esos raros instantes que concentran ternura y una furia explosiva. La destrucción de las flores que vuelan en mil pedazos puede evocar una imagen de nostalgia romántica, pero, más que nada, representa un estallido donde la belleza se rompe y se conserva, como en una imagen irreal, pero físicamente presente, aunque sea en un momento fugaz e invisible.
Tan melancólica es la mirada que detiene lo fugaz como la que intenta revivir lo inamovible. Un ruiseñor, un cisne y un zorro están domesticados en lo que parece un museo de ciencias naturales; en todo caso, un teatro inmóvil donde se interpretan a sí mismos y representan a toda la naturaleza en acción, sin hacer nada. Escardó logra capturarlo en escenas donde la textura y los colores se adueñan de la visión y la obligan a detenerse en cada detalle, en imágenes de un placer visual que logra liberarse, por un momento, de la búsqueda del sentido para encontrar en la geometría deshecha y en los contrastes todas las preguntas, olvidándose de las respuestas.
El sentido se escapa entre estas fotos donde se combinan artificio y naturaleza, que se mueven entre el cielo abierto y el fondo pintado de los dioramas o de los efectos especiales. La realidad y su simulación vuelan por los aires y se dispersan, se mezclan bajo la mirada vidriosa y ciega del animal. En ese momento intermedio, de estallido o de quietud, se detiene Escardó sin importarle el resto de la película.
Julieta Escardó
Nada que temer
Chile 1331, Buenos Aires, Argentina
Hasta el 17 de diciembre
Miércoles – viernes, 14 -19 hs.
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