La quinta generación
Desde 1991, la Beca Kuitca funciona como un programa que de artistas jóvenes que trabajan en distintas disciplinas y en diálogo con Guillermo Kuitca. El programa, que asigna espacios de trabajo a sus participantes, se fue mudando a distintas instituciones. En su edición más reciente, la quinta, los talleres estuvieron instalados en la Universidad Di Tella, que cuenta además con una sala de exhibiciones y otra sala más pequeña, denominada Espacio Beca, donde los becarios fueron exhibiendo su producción.
Los artistas que participaron de esta última edición de la Beca Kuitca/UTDT, dirigida por Guillermo Kuitca, empezaron sus presentaciones el 15 de octubre y terminaron la semana pasada. Las presentaciones se fueron realizando semanalmente los sábados a la tarde, en eventos que duraban apenas un día. Y terminó el sábado 3 de diciembre con entrega de diplomas y festejos.
El ciclo comenzó con la obra de Luciana Lamothe, acompañada por una acción del grupo Rosa Chancho, que sonorizó la instalación con golpes contundentes que propinaban con objetos especialmente construidos desde el exterior de las paredes de la sala. El mismo día en el Espacio Beca, una sala más pequeña, Jazmín López expuso sus visiones neo góticas hechas pintura.
La semana siguiente, Esas telas no importan, de Mariana López, convirtió la sala grande en una especie de cantina, donde las mesas estaban cubiertas por lo que parecían ser manteles a primera vista. Pero se trataba de pinturas, las telas de lienzo cayendo pesadamente a los costados de las tablas y pintadas con líneas y manchas que deformaban las geometrías del tradicional mantel a rayas. Una serie de libros teóricos sobre arte con las tapas modificadas adornaron las cabezas de un grupo de “comensales” que se reunieron más tarde alrededor de una mesa para una performance que fue filmada.
En el centro de la otra sala, Nicanor Aráoz presentó una instalación donde manos, flores y un par de ojos de papel sobre un bloque de gomaespuma miraban los cuadros de Martín Legón colgados en las paredes, que iban envolviendo al espectador en un mundo de alucinaciones casi transparentes, encerradas en marcos gruesos de madera y plástico.
El espacio estaba totalmente modificado el sábado subsiguiente. Tiziana Pierri había instalado sus pinturas y dibujos en ángulos estratégicamente geométricos, alterando la percepción del espacio. Simultáneamente, en la otra sala, Nicanor Aráoz y Martín Legón presentaban una retrospectiva de Anabella Papa, de sus pinturas con personajes que parecen, en su inmovilidad, estar transformándose permanentemente.
A principios de noviembre, Florencia Rodríguez Giles, por su parte, transformó esa misma sala en un teatro para una obra que realizó con Agustina Muñoz. Los actores se desplazaban por los distintos escenarios mientras se preguntaban por el sentido de sus deseos y sus actos. Paralelamente, Sofía Bohtlingk exponía sus abstracciones pictóricas en el Espacio Beca.
Una semana después, Juan Tessi expuso varias de las abstracciones que realiza después de seguir las instrucciones de un tutorial de maquillaje. En otras paredes de la misma sala de exposiciones, Nicolás Mastracchio mostró una selección de sus fotos y videos, donde imágenes simples de la realidad se confunden con su reflejo y su representación. En la sala más chica, una serie de videos de Rosario Zorraquín, desplegada en televisores y pantallas, ponía en escena distintas situaciones ficticias que parecían tener una conversación absurda con verdaderas ficciones televisivas.
El 19 de noviembre, el escultor Luis Terán ocupó la sala de exhibiciones con sus obras, planteando problemas clásicos de la escultura con respecto a las características de los materiales, su flexibilidad, su forma, su peso y también su valor monetario y simbólico. Máximo Pedraza exhibió pinturas y esculturas en el Espacio Beca, con familias de personajes, paisajes y la biografía del artista uruguayo Juan Figari con su familia, su producción, sus idas y vueltas cruzando el Atlántico en barco.
Gaspar Libedinksy presentó una colección de ropa hecha con trapos de limpieza, imaginando y representando en qué tipo de prenda se quiere convertir cada gamuza, ballerina, repasador o trapo de piso. Mauro Guzmán hizo al mismo tiempo una videoinstalación, con cinco videos experimentales que trabajaban con la idea del extrañamiento en la narración, donde lo dramático y el humor se mezclan con imágenes abstractas y oníricas.
El ciclo concluyó el sábado pasado con las presentaciones de Carlos Herrera y de Eduardo Basualdo en la sala grande mientras los demás artistas abrieron sus estudios, que se expandieron hasta el Espacio Beca. La ocasión les permitió mostrar algunas obras que habían quedado afuera de su exhibición anterior y así la tarde se hizo la noche y los visitantes seguían recorriendo las salas y recovecos de la Universidad.
Basualdo instaló una especie de carpa negra, agujereada, hecha con una plancha metálica fina y moldeable como el papel. Por los agujeros entraba luz, pero el interior estaba extrañamente oscuro y aislado del resto de la sala. Desde afuera, parecía un gusano gigante y hambriento. A su alrededor, las obras de Carlos Herrera mezclaban elementos que pertenecen al mundo de la agilidad deportiva y del trabajo pesado, de la higiene y el sudor, mientras un trozo de carne argentina geométricamente cortado esperaba sobre el piso como si fuera cualquier otra cosa, una que no amenazara con pudrirse y dominar el resto del espacio.
Esperamos ansiosos la próxima edición de la Beca Kuitca, que todavía no tiene fecha ni lugar de realización.
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