Heridas en dirección al río: el Parque de la Memoria
La costa de Buenos Aires, visible desde algunos edificios altos y accesible en determinadas áreas puntuales, está aislada de la vida diaria de la mayor parte de los habitantes de la ciudad. La Avenida Rafael Obligado, también llamada Costanera Norte, sigue la dirección del Río de la Plata desde Ciudad Universitaria (perteneciente a la Universidad de Buenos Aires) hasta Retiro y favorece una circulación lineal en sentido Norte-Sur, pero es relativamente inaccesible desde Libertador y otras calles y avenidas paralelas, parcialmente separada por el Aeroparque porteño.
Más allá del extremo Norte de Costanera, un cerco separa la Ciudad Universitaria del terreno que limita directamente con el río. Es a partir de ahí que comienza el Parque de la Memoria, que se extiende en catorce hectáreas de esta zona despoblada y extraña. Es acá donde la imagen de las olas suaves del líquido marrón del río al mezclarse con el horizonte azul está, para los argentinos, intrínsecamente relacionada con la dramática historia del terrorismo de estado, cuando los aviones militares sobrevolaban el área para sistemáticamente arrojar los cuerpos de los prisioneros al agua. Esto sucedió durante la última dictadura, que tuvo el poder desde 1976 hasta 1983.
El proyecto para la construcción del parque, que tiene ahora el estatuto de una institución nacional, comenzó con la aprobación de una ley en 1998. Tres años después, continuó con la inauguración de la Plaza de Acceso y de dos trabajos escultóricos: la Victoria modernista de William Tucker y el Monumento al Escape de Dennis Oppenheim, formado por tres casas torcidas y dadas vuelta. Por dentro, tienen la forma de las celdas de una cárcel.
La contribución de Roberto Aizenberg fue instalada en el 2003. Se trata de tres personajes gigantescos, cuyas formas simples y sólidas son sólo contornos, creando “un nexo que contiene un interior vacío, lleno de ausencia a través de la cual podemos ver lo que hay adelante y atrás”.
Pero fue el año pasado cuando se construyeron e inauguraron la mayor parte de los trabajos: las esculturas de Nicolás Guagnini, Marie Orensanz, Claudia Fontes, Grupo de Arte Callejero y la sala de exposiciones con el Monumento a las Víctimas del terrorismo de Estado, que se hunde en el terreno formando una herida profunda y lleva escritos los nombres de miles de desaparecidos.
La vista del río interminable provee, paradójicamente, un marco de contención para las esculturas, uno que las excede, dándoles una referencia histórica, urbana, por fuera de límites temporales, insistiendo en el paisaje con su silencio y sus sonidos acuáticos. Pasa a través de la obra de Marie Orensanz, Pensar es un hecho revolucionario. La frase está cortada en dos bloques gigantes de acero oxidado, evocando una imprenta antigua.
30.000, de Nicolás Guagnini, también deja por momentos que la vista del agua atraviese el retrato fragmentado de su padre, uno de los tantos desaparecidos, formado por veinte columnas blancas con el rostro pintado en negro. La imagen imita el estilo de “los retratos en blanco y negro, muchas veces fotos carnet reproducidos ad infinitum y cargados, pegoteados y publicados por familiares y militantes”, en el reclamo por la aparición con vida.
La artista Claudia Fontes se planteó reconstruir el posible retrato de Pablo Míguez, un adolescente de catorce años secuestrado y desaparecido en 1977. La figura distante está de pie sobre el agua, a unos setenta metros de la costa, brillando en colores espejados, reflejando, siempre imnóvil, los colores cambiantes de las corrientes acuáticas y los cambios de luz.
Una línea de cincuenta y tres carteles de señalización vial “forman un recorrido con hilo histórico a lo largo de la franja costera del parque.” El Grupo de Arte Callejero adaptó una serie de señales de tránsito para instruir sobre la situación política durante la última dictadura. Hace un uso irónico de las ideas de obligación y prohibición, de funcionalidad y certeza.
Torres de la Memoria, trabajo de Norberto Gómez, es la próxima escultura planeada para el parque. Estará emplazada diagonalmente sobre el techo exterior del salón de exhibiciones. Otras nueve obras de artistas argentinos e internacionales van a completar el proyecto. Y en marzo, Luis Camnitzer inaugurará la primera muestra de artes visuales.
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