Belleza, arte y ciencia: Charla con Gabriel Quaranta
¿Pueden el arte y la ciencia valerse de las mismas imágenes? ¿Cómo dialogan y qué posibilidades de interacción existen entre estos dos mundos, estas dos formas de pensar? Por un lado, la ciencia busca respuestas a través de la razón, a través de certezas que va descubriendo. Por el otro, el arte produce imágenes más allá de toda lógica, buscando la libertad de asociación e interpretación.
A partir de estas preguntas, nos dejamos llevar por Gabriel Quaranta al mundo de la fotografía microscópica, donde empezó a sumergirse, no sólo gracias a imágenes cedidas por científicos, sino utilizando él mismo el microscopio electrónico de barrido, una herramienta que permite realizar tomas de alta precisión de unos pocos micrones (1 micrón=1/1000 mm). Varias de sus micrografías están expuestas en Arte Club Multiespacio, donde comparten sala con obras de Santiago Espeche, un físico que trabaja con imágenes satelitales, vistas aéreas de la Tierra desde el espacio. La muestra Convención: Invención, de la que participa también Julián Terán, gira en torno a trabajos de Emilio Renart, un artista argentino que también supo integrar el discurso del arte y la ciencia.
En charla con Juanele, Quaranta nos cuenta cómo la comunidad científica se interesa por el uso estético de una sus herramientas, creada y utilizada en el campo de la investigación tecnológica, generalmente en busca de una respuesta cierta y medible ante las reacciones de determinados materiales. Químico, Profesor de Filosofía y Licenciado en Artes, supo aprender a manejarlo con rigor científico y establecer, así, un diálogo entre la curiosidad del investigador tecnológico y la mirada del artista atento al detalle, que no duda en expandirse hasta volverse voyeur.
Gabriela Schevach: Quería, en principio, pedirte que nos cuentes lo que hacés, incluso en cuanto a lo técnico…
Gabriel Quaranta: El microscopio electrónico como herramienta tecnológica apareció en medio de todo un proceso porque yo venía trabajando en mi obra una cuestión de lo visible y lo invisible, abordándolo desde lo sensual, lo erótico. Siempre en mis trabajos estaba presente el tema del la figura humana. Venía trabajando mucho en esa época con grafito sobre tela y venía abordando distintas técnicas bajo ese concepto. Buscaba el juego, lo lúdico, a partir del eros, de la mitología griega, y la representación del cuerpo masculino y femenino. Al principio, venía a hacer como un close-up, un acercamiento en mi imagen. Trabajaba a partir de fragmentación, hacía rompecabezas, dominós, siempre de un modo muy real, un dibujo fotográfico, algunos decían hiperrealista. A mí me gustaba más hablar de “un realismo fotográfico”.
En un momento, pensando en el juego de preguntas “Veo veo – Qué ves?”, se me ocurrió trabajar con la imagen de la cerradura. Surgió después de un día intenso de taller dibujando, descansando, con una sola luz prendida y pensé en el Veo veo. Así surgió una serie de cerraduras abordando lo voyeur, esa cuestión de fragmentar, de contar algo que está “por detrás de”, una situación en otro ámbito a la que vos podrías acceder, obviamente, abriendo la puerta o espiando a través de la cerradura. Y haciendo esta conexión con la sociedad actual, tan voyeurista, con sus reality shows, YouTube, Gran Hermano, cámaras por todos lados registrando el momento. Lo público y lo privado se someten a juicio. Entonces, ¿de qué lado está el espectador? ¿Quién es? ¿Quiénes juegan?
En una exposición de esas obras, un grupo de científicos preguntó qué formación tiene la persona que hizo las obras de la cerradura. Entonces les contaron que, a parte de haber hecho la Licenciatura en Artes, también soy químico y Profesor en Filosofía, Psicología y Teología.
Eran tres físicos del Grupo de Microscopía del Departamento de Materiales –CAC de la Comisión Nacional de Energía Atómica. Ellos quisieron hablar conmigo y pensaron que nos íbamos a poder entender. Yo me quedé muy sorprendido porque ellos me dijeron que tenía mucho de la microscopía electrónica y en un vernissage no te esperás una cosa así. “Sabés lo que es?”, me preguntaron. “Sí”, digo. “¿Tuviste alguna vez acceso a un microscopio electrónico?”.”No, me muero por eso!”. Pero yo quería ver el discurso de ellos, cómo lo relacionaban con una imagen estética. Y me respondieron “por cómo resolvés los materiales, el metal, por ejemplo, y el ver a través de, que es como el microscopio, nos metemos con la cámara adentro, indagamos”.
Empezamos a hablar de la ciencia y el arte, de cómo los aportes de Einstein se ven reflejados en la producción artística, por ejemplo en la obra de Picasso con la relatividad del espacio y el tiempo. En la obra de Dalí, cuando hace las composiciones esféricas, que son imágenes relacionadas con la biología, con la genética moderna.
Así llegué a la Comisión Nacional de Energía Atómica, investigo el microscopio electrónico y, reflexionando acerca de cómo venía toda mi producción, encontrando ahora el instrumento, el material con el cual elaborar algo. En este caso, es el microscopio electrónico de barrido.
G.S.: ¿Entonces vos encontraste que el campo científico y tu obra funcionan con una lógica similar? ¿La curiosidad por mirar tiene que ver con los dos campos por igual?
G.Q.: Sí. En tres palabras, nos une el buscar, el descubrir y el reinterpretar.
G.S.: Tal vez los científicos lo hacen para otra cosa…
G.Q.: Hay diferencias en cuanto a que ellos buscan el dato cierto. En la ciencia hay un problema, una pregunta, hay un método, y una aproximación a la respuesta, que es lo que llamamos “hipótesis”, ese saber supuesto, por debajo. Supongamos que existe un problema: se quebró un metal. ¿Por qué se quebró? El microscopio electrónico de barrido es una de las herramientas para elaborar esa respuesta, ese conocimiento científico.
G.S.: Las personas que te invitaron a trabajar con el microscopio, ¿pudieron observar en tu forma de representar los materiales tu mirada científica?
G.Q.: Desde lo científico y desde lo artístico porque ellos están enamorados de las micrografías que yo tomo. Ellos, por ahí, toman determinados materiales como metales, con los que van a trabajar, supongamos, en las cañerías del centro atómico de Embalse de Río III.
G.S.: ¿Ellos aplican esta tecnología a lo industrial?
G.Q.: A lo tecnológico, entendido como la puesta en práctica de la ciencia. Cuando enseño epistemología, defino la ciencia en cuanto a conjunto de conocimiento. La técnica como las herramientas que voy utilizando. Es la puesta en práctica de ese conocimiento, lo que denominamos “tecnología”. Siempre está el nexo entre ciencia, tecnología y técnica. Por ejemplo, detectar por qué se fracturó tal metal o cómo podemos lograr metales más resistentes. Eso, a partir de estudiar estos “microcosmos”.
Empecé a llevar estas investigaciones a pinturas. Empecé también a investigar los materiales con que el artista trabaja. Tomaba micrografías del óleo o del lienzo y las llevaba, a su vez, al campo pictórico con materiales convencionales, con óleo. Y seguía introduciendo los cuerpos, estableciendo un diálogo entre lo micro y lo macro. Lo micro se transformaba en macro y viceversa. Entonces, tenía una micrografía de papel Geller y aprovechaba las perforaciones e introducía cuerpos por detrás. O sea, reemplacé las cerraduras por las micrografías, seguía mirando “a través de”, ahora, del microscopio. Lo novedoso era que un artista elaborara imágenes con un microscopio de estas características. Hay imágenes sobre micrografías electrónicas, pero fueron cedidas por un científico a alguien para que las interviniera.
G.S.: La novedad es que vos las tomaste directamente y propusiste, además, los materiales, que no eran los habituales.
G.Q.: La novedad es cómo un artista usa el microscopio dentro de una estética. Mi preocupación no era por qué se fracturaba un metal.
G.S.: ¿Y pudiste, a pesar de eso, aprender algo sobre los materiales que llevaste al laboratorio?
G.Q.: Sí. ¡Mi sueño es tener un microscopio electrónico de barrido en mi casa, pero sale una fortuna! Vamos aprendiendo un montón de cosas. Por ejemplo, he aprendido acerca de parásitos en la tela o en la paleta del pintor, que son invisibles al ojo.
Me propusieron llevarme al Congreso Internacional de Microscopía Electrónica con todos los cuadros que venía haciendo y las micrografías. Estaban todos embobadísimos con las imágenes y yo, aclarando que no son imágenes de datos científicos. Comentaban cómo estaba trabajado el contraste, el foco, esas cosas que le importan al artista.
G.S.: Esas decisiones las tomabas en base a la composición visual de la imagen o a algún dato que querías averiguar sobre el material?
G.Q.: No, desde la poética de la imagen.
G.S.: Ahí te liberaste del químico. Pero tu abordaje también le sirve al científico para que pueda disponer de una mejor herramienta.
G.Q.: Claro. El año pasado se hizo el Congreso Mundial de Microscopía en Río de Janeiro. Acá, en Argentina, se logró micrografiar el agua. En el contexto de unos estudios sobre la impermeabilización del cobre, me dieron las imágenes de la micrografía del agua. En este caso, el color se lo doy yo porque no hay color. Al trabajar con esta mínima frecuencia, la imagen es blanco y negro, con sus respectivos grises. No hay lectura de color. Entonces, ahí entra la subjetividad. Además, siempre aprendimos que el agua es incolora.
G.S.: Si es agua pura…
G.Q.: Claro, no el agua del Río de la Plata, pero tampoco el agua mineral de las propagandas.
¿Cómo le daba el color al agua? Me valí de ciertos datos de las imágenes reales. Por ejemplo, estamos viendo esa copa y veo una sección donde hay un verde en el agua porque veo el verde de la pared a través del vidrio y el agua. El color varía de acuerdo al ambiente. Por ejemplo, una de las muestras tenía cobre, entonces tomé ese color. Pero también varía la sensación de percepción del color de acuerdo al lugar donde está ubicado el cobre. Estos ya son problemas de los artistas. Por ejemplo, el impresionismo o, acá mismo, (Fernando) Fader, en sus trabajos, que hizo la representación, en distintos momentos del día, de un paisaje (en Museo Castagnino, Rosario). La luz y el color siempre fueron problemáticas que generaron preguntas y respuestas. ¿Qué es el color? ¿Cómo percibimos el color? Hoy en día, ¿qué hace un flash con los colores? También varía la temperatura del color, más cálida o más fría.
Yo, ahí, me valí del dato del cobre, pero también buscando que el agua micrografiada, dé la sensación de que es agua y que no sea un círculo de metal.
G.S.: O sea, vos agregaste color con un criterio realista. Sabías que era ficticio, pero lo hiciste con la idea de que tenga un efecto de realidad.
G.Q.: Sí. Ahí salta mi formación y yo intento que la imagen no diga algo que no es lo que dice.
G.S.: Pero, de hecho, no lo dice.
G.Q.: ¡No lo dice! En la micrografía, la percepción del espectador puede asociar muchas cosas, que inclusive exceden al artista. Ahí entra el libre juego entre la obra y el espectador.
En el Congreso, yo noté que algunos estaban enamorados de unas micrografías. Y yo les advertía que no son de rigor científico. “Pero son bellas”, me contestaban y me preguntaban cómo había logrado determinados contrastes, etc. Un científico me decía que “chorrean sensualidad”.
G.S.: ¿Ellos también buscan el goce estético en su profesión?
G.Q.: ¡Sí!
En otro congreso, el Congreso Internacional de octubre de 2009, cuando me llevaron para exhibir estos trabajos que yo hacía, o sea, para mostrar otra forma de utilización del microscopio electrónico, por un artista, en una de las mañanas, me dijeron, “queremos que desayunes con Gustav”. Es un científico belga que está trabajando con átomos. Lo mío, desde lo artístico, desde lo visual, y lo de él, desde la ciencia. Estuvimos viendo micrografías de átomos.
Un átomo es lo más pequeño de lo que hay, compuesto por núcleo, electrones, protones y neutrones, constituyen a las moléculas. Son formas, algunas circulares, perfectas. También vi triángulos perfectos. Ahí es donde me cambió la visión. Muchas veces pensamos que las figuras geométricas son un invento del hombre, invento en cuanto a lo racional, la geometría, las elaboraciones. Pero vos te encontrás con formas circulares perfectas, simetrías perfectas, que existen más sin intervención humana. Eso te moviliza. Hay un aprendizaje desde lo visual. Para nuestra óptica física son invisibles, pero, a partir de la tecnología, podemos hacer visible lo invisible, que coincide con mi intención como artista. Entran un montón de cosas para reflexionar: la luz, el color, la materia, las formas, las estructuras, las simetrías, la geometrización de las imágenes.
G.S.: ¿Quizás tiene que ver con esa idea platónica de que la verdad y la belleza son exactamente lo mismo? Hoy en día es muy discutible, pero tal vez la idea funciona de alguna forma.
G.Q.: Yo creo en esta integración, la interdisciplinariedad, el diálogo con uno mismo y con los demás. Ahí entramos en problemáticas culturales actuales, donde hay una fragmentación, tanto consigo mismo como con sus pares, hay una disolución del yo. Por un lado, la modernidad, la ciencia, sectorizó, fragmentó. Ni siquiera la medicina ve a la persona íntegra, en la totalidad. Hay una deshumanización.
G.S.: Pero también la micrografía existe gracias a esa fragmentación tan extrema.
G.Q.: Que no está mal. Y queda mucho por descubrir y reinterpretar.
Convención: Invención
Obras de Gabriel Quaranta, Santiago Espeche, Julián Terán y Emilio Renart
Arte Club Multiespacio
Cochabamba 354, Buenos Aires, Argentina
Hasta el 12 de agosto
Horarios de visita:
Miércoles – Viernes, 15 – 19 hs.
Domingos, 12 – 18 hs.
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